Educar es acompañar en el camino de la vida, respetando la idiosincrasia y los factores externos que condicionan nuestro devenir en la sociedad. La alteridad es la condición de ser otro, el derecho congénito que la naturaleza dota al ser vivo a ser diferente, la diferencia nos hace únicos: ¿acaso no somos todos diferentes pero en esencia lo mismo? Siendo diferentes e imperfectos por naturaleza demandamos tolerancia y comprensión de los demás, como también los demás precisan la nuestra, hasta que se consiga encontrar el secreto que permita poner remedio: sin duda, la educación. Pero el respeto y la consideración de la diversidad reclaman más que eso para no ser sometidos a la tiranía de la normalidad. De ahí la pertinencia de una escuela única y educación para todos, porque en esencia somos iguales, pero con necesidad de recursos específicos y actividades singulares, porque también somos diferentes. Meter el mar en una botella, quizás, pero eso son las dificultades: intereses, ritmos y estilos de unos niños en una escuela.